Una práctica muy común en el cine es el uso de temp scores o canciones temporales. Para ir visualizando el tono, el timing y el clima de lo que se va editando, se utiliza música provisoria hasta que o se consigue pagar el uso de la canción o se produce música original que la reemplace.
Un ejemplo interesante y muy ilustrativo es el de George Lucas, que editó la primera Star Wars con la suite de Gustav Holst “The Planets”, publicada en 1914. Al escucharla, se nota clarísimo que fue la hoja de ruta para que John Williams componga lo que terminaría siendo la banda sonora original que conocemos todos.
Aunque ahora parezca raro, en los ochenta los tanques de Hollywood tenían su propia canción original que hablaba e incluso tenía el mismo título de la película en el estribillo: Prince con el Batman de Tim Burton, Who’s That Girl de Madonna, Footloose de Kenny Loggins, Fame de Irene Cara. La lista es interminable.
Pero algunas veces esta práctica sale mal.
Ray Parker Jr. era un moderadamente exitoso compositor y cantante de R&B de Detroit, discípulo de Barry White, que le cantaba principalmente al amor y las relaciones íntimas con el sexo opuesto.
A mediados de 1984, recibe el extraño encargo de componer la canción original para una película sobre fantasmas que estaban haciendo Dan Aykroyd e Ivan Reitman en Nueva York, llamada Ghostbusters. Reitman le pidió tres cosas: la canción debía incluir la palabra “Ghostbusters” en algún lado, tenía que estar lista en dos días y debía mantener el espíritu del temp track que estaban usando para el montaje: I Want A New Drug de Huey Lewis And The News.
Ray Parker Jr. envió un demo de 1:30 minutos de la canción esbozando algunas ideas. Reitman contestó excitado diciéndole que le había encantado. Cuando Parker Jr. quiso comentarle los arreglos que tenía pensado agregarle cuando se grabara la canción definitiva, el director de Ghostbusters le dijo: “No, no, la canción ya está incluida en la película así como me la mandaste”.
Ghostbusters, de Ray Parker Jr., estuvo veintiún semanas en el puesto número uno de Billboard y se convirtió en el hit más conocido del artista, quien pasó de cantarle a chicas voluptuosas de una noche a los Cazafantasmas. La película costó treinta millones de dólares y recaudó trescientos.
Con los dólares llegan también los problemas. Los abogados de Huey Lewis And The News presentaron una demanda por plagio y tuvieron que llegar a un arreglo extrajudicial secreto. Un acuerdo que fue roto por el propio Huey Lewis años después al contarlo públicamente en una nota, teniendo que devolver parte de ese arreglo.
El miércoles que viene te escribo de nuevo,
Ale.
Ah, mirá:
Vfx reel de El Eternauta.
Jumbo rindiéndole homenaje a David Lynch.
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Snif snif.