A finales de los noventa, los DJ escudriñaban como fieras con espuma en la boca vinilo tras vinilo de música disco en busca del sample que los catapultara al éxito. La ecuación parecía fácil: encontrar ese sample, sumarle una base electrónica y pasar a cobrar por el SADAIC más cercano. Las discotecas, los clubs y la audiencia estaban ávidos de consumir eso que pasó a llamarse French House, un puñado de algunas buenas ideas y muchísima basura oportunista.
Este fue el caso de un DJ italiano mediocre y bastante poco exitoso (hasta el momento previo a la historia que te voy a contar) llamado Cristiano Spiller.
La noche del 12 de marzo de 1999, mientras armaba su valija para viajar al Winter Music Conference de Miami se puso a jugar con un disco de Carol Williams. Estaba remodelando su estudio y justo tenía todos sus equipos apilados en el cuarto. Grabó esa sesión en un CD y se tomó el avión.
Al llegar a Wilcox Field lo esperaba su amigo y productor alemán Boris Dlugosch, un busca de la escena electrónica de Miami. Spiller puso ese CD en el estéreo del auto para que suene de fondo mientras charlaban desde el aeropuerto al hotel.
A la noche su amigo Boris tocaba en un club de South Beach llamado Groovejet. Cristiano, al entrar, sintió —quizá por primera vez— una muestra de lo que era la fama: todo el mundo lo felicitaba por su track. Resulta que esa sesión improvisada en su cuarto había quedado en el estéreo de Boris, quien rápido de reflejos la pasó esa misma noche en el club y la gente enloqueció.
Tenían algo entre manos.
En un arrojo de creatividad supremo, publicaron ese track y decidieron llamarlo Groovejet.
Si bien ganó relevancia en clubs nocturnos y tuvo una buena recepción en la escena electrónica sabían que, para siquiera intentar consagrarse en el mainstream del pop debían sumarle una voz.
Del otro lado del océano una joven cantante británica llamada Sophie Ellis-Bextor se encontraba en plena disolución de su fallida banda de brit-pop TheAudience, cuando le llega la convocatoria para ser la voz de la canción. No terminó de escuchar el instrumental, hizo una arcada y lo revoleó por el aire. No tenía nada que ver con el indie-rock al que aspiraba. En sus palabras:
Sentía que no era parte de mi vernáculo normal. Tenía 20 años, cuando sos joven vivís creyéndote consciente de las cosas que te gustan, las cosas que son cool y las que no, imponiéndote un montón de reglas.
Finalmente, un poco para probar y otro poco porque había que pagar las cuentas, decidió hacerlo. Su manager se encontraba de vacaciones y renunció al enterarse (él tampoco pensaba que era algo para ella) así que se embarcó en este proyecto sin nada.
Las voces se grabaron en una tarde (una de las tres veces que vio a Spiller, las otras dos serían cuando se sacaron las fotos de prensa y en la grabación del videoclip). Con algunos aportes de Sophie en la letra, el estribillo todavía aún no los convencía. Ahí fue donde entró el reconocido letrista Rob Davis (quien después escribiría los hits de Kylie Minogue “Can’t Get You Out of My Head” y “Come Into My World”), y la receta estaba terminada.
“Groovejet (If This Ain’t Love)” vendió más de dos millones de copias y tiene más de cien millones de reproducciones en internet. Un suceso musical que convirtió la canción en un éxito comercial arrollador y quizá eterno.
Un común denominador del French House, que se parece más a un taller de autopartes flojo de papeles que a un género artístico, son las disputas por el copyright de esos samples y Groovejet no fue ajeno. Spiller y la discográfica habían registrado y autorizado de todas las maneras posibles el sample de la canción original.
Casi.
Salsoul Records al ver que la canción rompía los rankings les reclamó que ellos habían registrado una canción llamada “Groovejet” y no “Groovejet (If This Ain’t Love)”. Unos capos. Por esta avivada tuvieron que hacer un arreglo extrajudicial por más porcentaje y más regalías.
Dato de color: diez años antes la misma discográfica intentó demandar a Madonna porque alegaban que “Vogue” se parecía a una canción de su catálogo.
“Groovejet (If This Ain’t Love)” además sirvió como catapulta para la carrera de Sophie Ellis-Bextor, que supo cosechar como solista —ya entregada por completo al pop— un puñado de hits muy recordables. Spiller, aunque nunca más tuvo que pagar las expensas, no corrió la misma suerte.
Me quedo con la reflexión de que, cuando sos joven, te ponés un montón de reglas. Suena contradictorio con la idea de que esa es una etapa de la vida en la que todo es rebeldía. Sin ánimos de ponerme muy pesado, me aparece la pregunta: ¿qué es más funcional o más producto del sistema: ponerse reglas o rebelarse?
El miércoles que viene te escribo de nuevo,
Ale.
Ah, mirá:
Interesante corto 3D con claras referencias a Akira.
Un lobo que se crió con un perro.
Récord Guinnes: 400 consolas conectadas a un solo televisor.
El Trautonium suena a Radiohead pero fue inventado en 1930.
It's murder on the dance floor...!
muy bueno como siempre alexis, un detalle:
al final en el "ah, mirá:" pones Un lobo que se crió con un perro.
el tweet dice Un _zorro_ que se crió con un perro.